En el otro lado de la balanza, todo lo demás. Tengo una familia estupenda, amigos, trabajo y muchos proyectos. Y hace sólo tres meses -qué engañoso resulta a veces el tiempo- que salió publicada mi novela "Quédate en mi vida". Que espero, y deseo, no sea la última publicada. Aunque si así fuera, no pasaría nada, pues publicar sólo es un proyecto más de las cosas que tengo en mente; un proyecto apasionante, que ahora mismo ocupa mucho de mi tiempo y me llena de satisfacción, pero no el único de mi vida.
Mucha gente me pregunta qué se siente al publicar. Aunque en su pregunta viene implícita la respuesta que esperan: satisfacción, alegría, orgullo... Pero si mi respuesta ha sido alguna vez totalmente sincera, también habrá resultado desconcertante. Porque satisfacción, alegría y orgullo, se sienten, sí. Pero en mi caso se entremezclan con el peso de la responsabilidad, y una sensación algo agridulce que tiene que ver con el paso de una actividad que pertenecía a la faceta privada a la esfera pública. Para mi, que soy tan celosa de mi intimidad, es la parte menos agradable, aunque absolutamente inevitable, lo sé, de publicar.
En cuanto a lo mejor de esta experiencia, tiene que ver con la gente que he encontrado al hacerlo. Me siento especialmente orgullosa de haber conocido a Gema Samaro, Ana Iturgaiz, Pilar Cabero, Angeles Ibirika, Miranda Kellaway y últimamente Ruth Lerga y Rowyn Oliver. Con muchas de ellas comparto editorial, y siento de verdad que no podría estar en mejor compañía. Y sobre todo, estoy feliz de haber conocido, aunque sea virtualmente, a gente como Maribel Catalán, Cristina del blog Colas de Sirena o Marina, del foro de Autoras en la Sombra, y por supuesto, mi editora, Marisa Tonezzer. Si empezara a darles las gracias por su apoyo y simpatía, probablemente no podría parar.
Pero es incluso más gratificante el apoyo de la gente que te conoce de toda la vida. Que tus amigas desde la infancia te digan que están orgullosas de ti, no tiene precio. Que todos ellos, familiares, amigos y gente con la que has trabajado, te acompañen el día de la presentación, es algo que no se puede pagar, y casi ni describir. Ese día, con la librería a rebosar de gente con una sonrisa en el rostro, me sentí muy, muy afortunada. Más de lo que puedo explicar.
Así que, ¿qué le voy a pedir al 2013? Nada, sino quedarme como estoy. Sé que eso no es posible, que las cosas cambian, pero ojalá no cambien demasiado.
Yo, por mi parte, me marco el objetivo de luchar contra el pesimismo que nos rodea. Así, en general, ni más ni menos. Reflexionando estos días he descubierto que el pesimismo es una estupenda trampa que nos hace menos libres, más dóciles, más fáciles de dominar. Pero hoy no es el día, así que dejaré esa reflexión para una próxima entrada.
¡Feliz Año Nuevo a todos!